sábado, 12 de enero de 2013

Ometepe!

Una de las cosas que más amo es viajar.
Viajo para encontrar historias. Y las historias me hacen viajar.
Ahora, todo se volvió un poco loco y viajo más que nada como escritor. Me invitan a dar charlas y voy, contento del regalo.
Pero antes viajaba por el placer de perderme. Mochila al hombro, y adonde me lleven mis pies.
En el año 1999 recorrí América Central, escapando -o no- de algunos fantasmas.
En Ometepe conocí a un arquitecto vasco con el que nos unía la pasión por la historieta en general y por el Corto Maltés en particular. Luego de meses de estar vagando lejos de casa sin amigos que duraran más que un puñado de días, encontrarme con este personaje fue todo un recreo.
Ometepe, además, tenía algunos regalos extras para hacernos.
Porque en Ometepe las historias existen, y en cada esquina (o en cada claro del camino) no encontrábamos con alguna.
Duendes, fantasmas, monstruos, tetas (sí, la isla de Ometepe es, en realidad, los pechos de una diosa que murió boca arriba). Lo que soñáramos, en Ometepe había.
Se las hago corta: en aquella isla decidimos (un arquitecto y un perdido) volvernos autores. Dedicaríamos la vida a contar cuentos.
Y nos hicimos una promesa que, hasta ahora, venimos cumpliendo.
Hace un mes y medio salió, en España, nuestro agradecimiento a aquella isla.
Se trata de un libro de historietas escrito por mí e ilustrado por Javier de Isusi (el vasco en cuestión, que a la sazón se convirtió en mi hermano) donde contamos algunas de las historias que nos contaron en la isla.
Se trata de un libro manso. Lleno de perfumes. Con una poética en las ilustraciones que no se ve muy a menudo en este lado de la realidad.
Estoy orgulloso de haber escrito las páginas que viven en Ometepe.
El círculo se cierra.
Y otros muchos deben estar por abrirse.