lunes, 9 de mayo de 2011

Chau!




Tendría yo, por entonces, nueve o diez años. Era de esos pibes que leían muchísimo, tanto novelas como historietas.
Esa vez que les cuento de mis ocho o mis nueve años imagínenme leyendo El Último Recreo. Los autores eran unos tales Trillo-Altuna. Dos nombres que ya conocía de hace rato porque mi viejo compraba el Clarín —ya no lo hace— y mi hermano la Fierro —todavía lo hace—. Yo, por ese conocimiento que les cuento, intentaba leer todo lo que hacían estos dos.
A mí, claro, me encantaba “algo” de las minas de Altuna.
Pero en El Último Recreo no había minas.
Era una historieta para adultos, pero con chicos.
Yo creo que nunca volví a leer algo como aquello. Y sé, aunque no puedo asegurarlo, que aquella lectura me cambió para siempre. Se trata un libro al que vuelvo una vez por año, al menos, cuando dudo sobre cómo es esto de hacer historias.
Había un capítulo en el que uno de los huérfanos leía la novela del Rey Arturo y otro huérfano le contaba el final: El Rey se muere.
Desesperado, el lectorcito arranca las páginas finales del libro porque, si lo hace, el Rey no moriría. Arturo seguiría viviendo por siempre si es posible malear el final.

La vida pasó como un trueno.
Me hice escritor de historietas.
Carlos Trillo se convirtió en algún momento en una persona de carne y hueso. En un maestro. En un amigo.

Hoy me dicen que se murió. Que no está. Que no va a estar de vuelta.
Y yo no quiero que se muera. Que no esté. Que no vuelva a estar.

Busco un libro al que arrancarle las páginas finales para que el rey siga viviendo, pero no lo encuentro. Creo que no hay.
Lo que encuentro son treinta y un lomos en mi biblioteca que tienen su nombre (y mejor ni me pongo a buscar en las revistas). Lo que encuentro es que durante toda mi vida tuve una brújula que se llamó él.
Lo que encuentro es, sobre todo, que ahora no encuentro las palabras.

Tuve, decía, la suerte de conocerlo personalmente. Eso me lo quedo. Eso lo agradezco.

Todo el resto es un hueco.
Porque no existe un mundo sin Carlos Trillo.
Habrá que inventarlo, lo sabemos.
Pero va a ser muy difícil.
Pero va a doler muchísimo.